viernes, 13 de septiembre de 2013

ANTROPOFAGIA

                                 
    
José Oswald de Sousa Andrade, conocido sencillamente como Oswald de Andrade (1890-1954) fue un poeta, ensayista y dramaturgo brasileño. Fue uno de los promotores de la Semana de Arte Moderno de São Paulo, en 1922, y es uno de los nombres más destacados del movimiento modernista brasileño. 
En 1926 se casó con la pintora Tarsila do Amaral, que pintó el cuadro "Abaporu" como regalo de aniversario en 1928. Abaporu, que significa Hombre que come, dió origen al movimiento antropofágico: los artistas brasileños debían devorar influencias extranjeras -europeas principalmente-, digerirlas cuidadosamente y convertirlas en algo nuevo.
 El Manifiesto Antropofágico, escrito por Oswald de Andrade, fue publicado en mayo de 1928 en el primer número de la Revista de Antropofagia. En su lenguaje metafórico, repleto de ironía y humor, se entretejen innumerables referencias culturales modernas europeas junto a emblemas culturales y símbolos míticos de la historia del Brasil.
Son incontables las influencias teóricas identificadas en el Manifiesto: el pensamiento revolucionario de Karl Marx, el descubrimiento del inconsciente por la psicoanálisis y el estudio Tótem y Tabú, de Sigmund Freud, la liberación del elemento primitivo en el hombre, propuesta por algunos escritores de la corriente surrealista, como André Breton, el Manifeste Cannibale escrito por Francis Picabia en 1920, las cuestiones en torno de lo salvaje discutidas por los filósofos Jean-Jacques Rousseau y Michel de Montaigne y la idea de barbarie técnica de Hermann keyserling. 
Cruzadas, esas influencias ganan, a través de la pluma de Oswald de Andrade, vida nueva al reunirse bajo la rúbrica de un concepto también inédito y con raíces en la historia de la civilización brasileña: antropofagia o canibalismo. 

      El manifiesto antropófago se transformaría entonces en una de las obras más importantes del modernismo brasileño: una verdadera declaración de independencia que  aparece como una hoja de ruta de los futuros artistas de una nación con fuertes conflictos de identidad durante el siglo XIX, y que a partir del movimiento modernista logra sobreponerse y reinventarse a partir de su propia historia y de sus virtudes.     

 La idea central argumentada por los modernistas antropófagos consistía en racionalizar y estetizar el canibalismo de los indígenas Tupí: si los tupís se comían a sus enemigos para apoderarse de sus fuerzas, los artistas e intelectuales del país debían devorar y digerir los productos culturales provenientes del Primer Mundo, utilizar la producción cultural europea como materia prima y, en el deglutir cultural, esta debía de ser permutada y resignificada como una nueva expresión que, al ser transfigurada en una creación propia, se configuraba como un signo de protesta insurgente ante la dominación cultural que el colonizador había impuesto. “Todo esto, claro, sin perder de vista que lo tupí en el Manifiesto antropófago es una identidad-máscara, un objeto ceremonial de la cultura moderna (festiva, ingestiva y creativa). El ‘slogan’ del manifiesto: ‘Tupi, or not tupí that is the question” expresaría la cuestión del ser de la cultura nacional. En otras palabras, así como entre los tupí el canibalismo es el rito constitutivo por medio del cual se apropia del poder del enemigo, la cultura nacional se formaría en el acto de ‘deglutir lo extranjero para asimilarlo, adueñarse de la experiencia foránea para reinventarla en términos propios.


































 Una de las lecturas más recurrentes que se realiza sobre del Movimiento antropófago es que éste es una vuelta de mano a la dominación occidental, es un acto de protesta que, al invertir la clasificación colonialista de caníbal, entreteje un discurso crítico que utiliza la parodia, el sarcasmo y la ironía como herramientas para combatir el colonialismo y el imperialismo cultural, ideológico y moral europeo: “al mismo tiempo la idea de antropofagia asume la inevitabilidad del intercambio cultural entre el centro y la periferia, y la consiguiente imposibilidad de un retorno nostálgico a una pureza original. Como no puede haber una recuperación fácil de los orígenes nacionales corrompidos por las influencias extrañas, el artista de la cultura dominada no debería ignorar la presencia extranjera sino tragarla, carnavalizarla, reciclarla para fines nacionales, siempre desde una posición de autoconfianza cultural.


Antropofagia, Tarsila do Amaral

  La negra, Tarsila do Amaral



                                   

No hay comentarios:

Publicar un comentario