sábado, 7 de septiembre de 2013

TROPICALIA


La década de los sesenta en Brasil fue cerrada con el gobierno militar de Costa e Silva, recordado en especial por la más fuerte represión política y militar que sufrieron los grupos de izquierda.
                                        

La resistencia cultural se manifestó desde los inicios de esta nueva época dictatorial en las propuestas de la Jovem Guarda, en la música, el Teatro Oficina, en el arte dramático, y el “Cinema Novo” desarrollado por Glauber Rocha y Joaquim Pedro. Sin embargo, encontrará en el último tercio de la década su más importante respuesta en el grupo de bahianos denominado Tropicalia.

Los sesenta fueron para el mundo la época de la protesta, del movimiento hippie, de la guerra fría, de la lucha política y cultural entre los bloques comunista y capitalista en pos de la obtención de nuevos territorios donde implantar su dominio y estilo de vida, su forma de entender el mundo. Como consecuencia cultural de este enfrentamiento, la cultura capitalista encabezada por E.E.U.U. extiende su influencia a todos aquellos países donde el dominio comunista no era significativo. Manifestación de esto es la aparición de los ídolos e iconos occidentales como Elvis, The Beatles, Sofía Loren, entre tantos otros. 


1967 es un año decisivo en la corta historia del movimiento Tropicalia (término que prefieren al de Tropicalismo, en una forma de escapar de los -ismos, tendientes siempre a encasillar, en la historia y el pasado, los movimientos culturales), es el año en que el artista Helio Oticica expone su controvertida instalación Tropicalia.

       

 Tropicália, (1937-1980) expuesta en la muestra Nueva Objetividad Brasileña, realizada en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro en abril de 1967. La obra puede ser descrita como un ambiente laberíntico en los que las personas interactuaban con la obra. Asociados a plantas, arena, guacamayos, poemas objetos, capas algodón o nylon con poemas pintados y un aparato de televisión. Según describe el artista: "el ambiente creado era obviamente tropical, como en un escenario de finca y, lo más importante, había la sensación de que se estaría pisando nuevamente la tierra. Esta sensación la sintiera yo anteriormente al caminar por los cerros, por la favela, e incluso el recorrido de entrar, salir, doblar por las 'quebradas' de Tropicália, recuerda mucho las caminatas por el cerro". Las imágenes tropicales - de ahí el título - son evidentes: arena, guacamayos, plantas. La obviedad, intencionalmente insertada en el trabajo, se asocia a la idea de participación por el proceso de penetrarlo. Un ambiente que "ruidosamente presenta imágenes", según su creador, que invade los sentidos (visión, tacto, audición, olfato), invitando al juego y a la diversión. El uso de signos e imágenes convencionalmente asociados a Brasil no tiene la finalidad de representar una determinada realidad nacional - tarea que movilizó parte de nuestra tradición artística -, sino que, según el artista, objetivar una imagen brasileña por la "devoración" de los símbolos de la cultura brasileña. 

 "Quiero extender el principio de apropiación", dice él, "a las cosas del mundo con las que me encuentro en las calles, en los terrenos baldíos, en los campos, en el mundo ambiente, en fin - cosas que no serían transportables, pero para las cuales yo llamaría al público a la participación - sería eso un golpe fatal al concepto de museo, galería de arte, etc. y al propio concepto de 'exposición' - o lo modificamos, o seguimos igual. Museo es el mundo, es la experiencia cotidiana".


Tropicália - su proyecto y realización - encuentra eco en otras manifestaciones artísticas de ese periodo: en el cine, con Glauber Rocha, en el teatro del Grupo Oficina, en la nueva música popular creada por el grupo reunido en torno a Caetano Veloso y Gilberto Gil. No por acaso, la obra bautizará el álbum musical de los baianos [grupo de cantantes de Bahía] de 1968, nombrando enseguida un movimiento cultural más amplio, el Tropicalismo. A excepción de las diferencias existentes entre las diversas artes y la variada producción abrigada bajo el rótulo, las producciones tropicalistas comparten el experimentalismo característico de las vanguardias con el tono de crítica social. En todas ellas, el mismo intento de superar las dicotomías arte/vida, arte/antiarte.





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